lunes, 19 de septiembre de 2011

ciclos

hoy vi la primera golondrina de la temporada. No puedo dejar de buscarlas cuando se va yendo el frío en Buenos Aires. Con su llegada percibo que termina y comienza un ciclo. Podriamos medir el  paso del tiempo por su llegada o partida, por las hojas de los arboles, por las lunas...



"La concepción africana del tiempo es indiscutiblemente dinámica. No existe una noción del tiempo matemático y físico contabilizado, medido; el tiempo es lo vivido, lo social.
   No es la duración que impone un ritmo al destino individual sino el ritmo respiratorio de la comunidad. `No es un río que fluye en una sola dirección desde una fuente conocida hacia una desembocadura conocida.. El tiempo tradicional africano abarca e incorpora la eternidad en ambas direcciones´ (Bubu Hama, Ki-Zerbo)
Este eterno presente; este dinamismo del universo-síntesis de una concepción dinámica y social del tiempo- se expresa mediante el ritmo y abarca todas las actividades del hombre.
Por otro lado, la concepción occidental del tiempo se aleja primariamente de lo social, se mide, se contabiliza, se individualiza, se programa. También en este caso el ritmo expresa esa característica y lo hace desde figuras acordadas, estandarizadas, cuantificables. Pues ese es nuestro concepto del tiempo: medido."
de "Africa en el aula" de Augusto Perez Guarnieri

ultima luna en V. Ortuzar


para Martina, que llegó un dia como hoy, como las golondrinas, hace ya 10 años...

lunes, 12 de septiembre de 2011

caminos

Una soleada mañana de domingo como la de hoy fue ideal para visitar con Luciana y Pato a Walter en su casa de Munro. Lo visitamos para charlar, filmarlo y grabarlo en su taller donde hace sus cajones peruanos, de los que alguna vez les hablé y seguramente volveré a hacerlo varias veces. Se dió una hermosa charla entre mates y biscochos al sol de la terraza. Y entre anecdotas, se fue dibujando el camino que lo llevó casi sin querer a los tambores, a la música afroamericana, a construir instrumentos. Y ese relato nos condujo a los padres y abuelos, a los tambores de Mongo Santamaría sonando en el combinado de la casa, al corso de Munro, al 2001 y la debacle nacional como toma de conciencia...
Walter está construyendo su cajón numero 100. No es poco, menos para alguién que nunca hizo una publicidad de lo que hace. Como en las vetas de los arboles que nos cuenta Hesse, al tocar cada cajón estará resonando cada paso de un camino individual, que es consecuencia del de sus ancestros y está marcado por un momento histórico y social...
será cuestión de aprender a escucharlos...


Debemos conseguir que el texto que leemos
nos lea.
Debemos conseguir que la música que escuchamos
nos oiga.
Debemos conseguir que aquello que amamos
parezca por lo menos amarnos.


Es preciso demoler la ilusión
de una realidad con un solo sentido.
Es necesario por ahora
que cada cosa tenga por lo menos dos,
aunque en el fondo sepamos
que si algo no tiene todos los sentidos
no tiene ninguno.


Debemos conseguir que la rosa
que acabamos de crear al mirarla
nos cree a su vez.
Y lograr que luego
engendre de nuevo al infinito

de Octava poesía vertical, Roberto Juarroz 

domingo, 4 de septiembre de 2011

los árboles

estas inspiradas palabras de Herman Hesse creo que aportan a lo que venimos compartiendo en las utimas actualizaciones...

Los árboles han sido siempre para mi los predicadores más eficaces. Los respeto cuando viven entre pueblos y familias, en bosques y florestas. Y todavía los respeto más cuando están aislados. Son los solitarios. No como ermitaños, que se han aislado a causa de alguna debilidad, sino como hombres grandes en su soledad, como Beethoven y Nietzsche. En sus copas susurra el mundo, sus raíces descansan en lo infinito; pero no se pierden en él, sino que persiguen con toda la fuerza de su existencia una  sola cosa: cumplir su propia ley, que reside en ellos, desarrollar su propia forma, representarse a sí mismos. Nada hay más ejemplar y más santo que un árbol hermoso y fuerte. Cuando se ha talado un árbol y éste muestra al mundo su herida mortal, en la clara circunferencia de su cepa y monumento puede leerse toda su historia: en los surcos y deformaciones están escritos con fidelidad todo el sufrimiento, toda la lucha, todas las enfermedades, toda la dicha y prosperidad, los años flacos y los años frondosos, los ataques superados y las tormentas sobrevividas. Y cualquier campesino joven sabe que la madera más dura y noble tiene los cercos más estrechos, que en lo alto de las montañas y en peligro constante crecen los troncos más fuertes, ejemplares e indestructibles. Los árboles son santuarios. Quien sabe hablar con ellos, quien sabe escucharles, aprende la verdad. No predican doctrinas y recetas, predican, indiferentes al detalle, la ley primitiva de la vida. Un árbol dice: en mí se oculta un núcleo, una chispa, un pensamiento, soy la vida de la vida eterna. Es única la tentativa y la creación que ha osado en mi la Madre eterna, única es mi forma y únicas las betas de mi piel, único el juego más insignificante de las hojas de mi copa y la más pequeña cicatriz de mi corteza. Mi misión es dar forma y presentar lo eterno en mis marcas singulares. Un árbol dice: mi fuerza es la confianza. No sé nada de mis padres, no sé nada de los miles de retoños que todos los años provienen de mí. Vivo, hasta el fin, el secreto de mi semilla, no tengo otra preocupación. Confío en que Dios está en mí. Confío en que mi tarea es sagrada. Y vivo de esta confianza. Cuando estamos tristes y apenas podemos soportar la vida, un árbol puede hablarnos así: ¡Estate quieto! ¡Estate quieto! ¡Contémplame! La vida no es fácil, la vida no es difícil. Estos son pensamientos infantiles.  Deja que Dios hable dentro de tí y enseguida enmudecerán. Estás triste porque tu camino te aparta de la madre y de la patria. Pero cada paso y cada día te acerca más a la madre. La patria no está aquí ni allá. La patria está en tu interior, o en ninguna parte. El ansia de vagabundear me acelera el corazón cuando oigo al atardecer el susurro de los árboles. Si se escucha durante largo rato y con la quietud suficiente, se aprende también la esencia y el sentido de esta necesidad del caminante. No es, como parece, una huida del sufrimiento. Es nostalgia de la patria, del recuerdo de la madre, de nuevas parábolas de la vida. Conduce al hogar. Todos los caminos conducen al hogar, cada paso es un nacimiento, cada paso es una muerte, cada tumba es una madre. Esto susurra el árbol al atardecer, cuando tenemos miedo de nuestros propios pensamientos infantiles. Los árboles tienen pensamiento dilatados, prolijos y serenos, así como una vida más larga que la nuestra. son más sabios que nosotros, mientras no les escuchamos. Pero cuando aprendemos a escuchar a los árboles, la brevedad, la rapidez y el apresuramiento infantil de nuestros pensamientos adquieren una alegría sin precedentes. Quien ha aprendido a escuchar a los árboles, ya no desea ser árbol. No desea ser más que lo que es. Esto es Patria. Esto es la felicidad". Hermann Hesse, "Arboles", de El Caminante.-¨l.,
 ultimo sol en villa ortuzar...arboles de la plaza 25 de agosto