Después de un silencioso y largo abrazo, las luces se apagan. El escenario se hace barrio y mis compañeros vecinos. Y allí salimos a jugar, a jugarnos la vida en acciones heróicas que no merecen ninguna gloria ni estatuas, pero que bien sabemos llenas de coraje. Y los viejos miedos (ancestrales diría) se disipan.
De repente el teatro es una iglesia, el escenario una sala de parto y la vida un juego.
De repente el teatro es una iglesia, el escenario una sala de parto y la vida un juego.
La Percutora, en la función de estreno de "Tirando Flores"
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