no se como sabén. Tampoco sé si
son las mismas, pero año a año para estos días el cielo de buenos aires
ya no es el mismo. Es mas alegre si es que le cabe ese adjetivo al
cielo.
No se, pero la cosa es que desde estos primeros días de septiembre si levantás la cabeza y cogoteando entre edificios tenés la suerte de encontrar el cielo de Buenos Aires, muy probablemente veas un pajarito pequeño, de alas puntiagudas y cuerpo de avion de guerra. Lo distinguís entre otros porque no vuelan como las demás aves, que lo hacen como por trámite, para ir de un lado a otro. No, ¡ellas vuelan por placer! No se si cientificamente digo lo correcto, pero yo cuando las veo volar no puedo dejar de pensar en que gozan, en que vuelan porque solamente lo desean. Las percibo sitiendo lo mismo que yo algunas veces en que toco tambores o ando en bici...
No puedo dejar de pensar en que así como llegaron, un día se irán. No puedo dejar de pensar en lo que fluye, en los ciclos, en la impermanencia.
No se, pero la cosa es que desde estos primeros días de septiembre si levantás la cabeza y cogoteando entre edificios tenés la suerte de encontrar el cielo de Buenos Aires, muy probablemente veas un pajarito pequeño, de alas puntiagudas y cuerpo de avion de guerra. Lo distinguís entre otros porque no vuelan como las demás aves, que lo hacen como por trámite, para ir de un lado a otro. No, ¡ellas vuelan por placer! No se si cientificamente digo lo correcto, pero yo cuando las veo volar no puedo dejar de pensar en que gozan, en que vuelan porque solamente lo desean. Las percibo sitiendo lo mismo que yo algunas veces en que toco tambores o ando en bici...
No puedo dejar de pensar en que así como llegaron, un día se irán. No puedo dejar de pensar en lo que fluye, en los ciclos, en la impermanencia.
No puedo dejar de alegrarme cuando me doy cuenta que llegaron.
Llegaron las golondrinas,
las recibo tocando tambores bajo el cielo de un patio de Villa OrtuzarAmo las golondrinas
porque son como mi alma
fugaces visitantes de lo desconocido
aparecen de pronto
cuando la primavera en el aire decide
la derrota del frío
me traen de lo cielos remotos de la tierra
la nostalgia del paso
y el ansía de infinito
con que mi sangre viene venciéndola a la muerte
y afirmándola la vida
a través de los siglos.
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A dónde te irás volando por esos cielos
bracita negra que lustra la claridad
detrás de tu vuelo errante mis ojos gozan
la inmensidad, la inmensidad.
Veleros de las tormentas se van las nubes
en surcos de luz dorada se pone el sol
y como sílabas negras, las golondrinas
dicen adiós, dicen adiós.
VUELA, VUELA, VUELA GOLONDRINA,
VUELVE DEL MÁS ALLÁ,
VUELVE DESDE EL FONDO DE LA VIDA
SOBRE LA LUZ, CRUZANDO EL MAR, CRUZANDO EL MAR.
Un cielo de barriletes tiene la tarde
el viento en las arboledas cantando va
y desandando los días mis pensamientos
también se van, también se van.
Cuando los días se acorten junto a mi sombra
y en mi alma caiga sangrando el atardecer
yo levantaré los ojos pidiendo al cielo
volverte a ver, volverte a ver.
VUELA, VUELA, VUELA GOLONDRINA,
VUELVE DEL MÁS ALLÁ,
VUELVE DESDE EL FONDO DE LA VIDA
SOBRE LA LUZ, CRUZANDO EL MAR, CRUZANDO EL MAR.
Las Golondinas (Música de E. Falú, Letra de J. Dávalos)
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