Parte de una nota que salió el domingo 9 en Pagina 12 ( http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-178510-2011-10-09.html) sobre el Proebi (Proyecto educativo del Bicentenario) en donde trabajo dando talleres de percusión junto a un valioso grupo de compañer@s...
SOCIEDAD › JUEGOS, ARTE Y MEMORIA EN EL ESPACIO CULTURAL DE LAS MADRES
Los chicos de la ESMA
Son chicos y adolescentes. Llegan al ECuNHi para
hacer talleres, ver teatro, dibujar y pintar. Una manera diferente de
abordar los años más oscuros de la historia del país.
Por Karina Micheletto
Aquí
hay chicos que pintan caras redondas y les ponen un nombre. Que miran
cuadros y aprenden que ellos también pueden hacer los suyos, a su modo y
con sus colores. Que escuchan historias de barcos y piratas y se mecen
con las olas, apuntan sus catalejos. Que cantan y tocan tambores,
cajitas chinas, triángulos. Que aprietan narices de payasos y se matan
de risa. Que ven teatro por primera vez en sus vidas. Aquí, hace un
tiempo, funcionó la Escuela de Mecánica de la Armada. Este edificio
podría haber quedado cristalizado como símbolo quieto del horror, eterno
paisaje admonitorio, recordatorio lejano de la muerte. Conviene que
quien quiera saber de las implicancias prácticas de la palabra
“transformación” asome sus narices por aquí.
Aquí están las largas cuadras de Libertador a la altura del 8000,
que se hacen eternas al caminarlas por la línea recta de sus rejas, que
descubren una ciudad adentro de la ciudad apenas traspasada la puerta
principal. Un cartel anuncia que se ha ingresado al “Espacio para la
Memoria y para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos”, y aquí
trabajan desde 2007 un conjunto de instituciones, de diferentes
organismos, y además se acaban de inaugurar las sedes de los canales
Encuentro, Pakapaka y Tecnópolis, de próxima aparición. El sitio
sobrecoge por muchos motivos: también por sus dimensiones. Las Madres
tienen aquí su espacio: el Espacio Cultural Nuestros Hijos, que
presentan con sus siglas, ECuNHi, y que ofrece una serie de talleres,
presentaciones, festivales y muestras de artes visuales, artes y
artesanías originarias, letras, música, teatro. Trabajan, por ejemplo,
con talleres para adultos mayores, en convenios con el PAMI y con el
Ministerio de Desarrollo. Y desde hace un año, un programa creado con el
Ministerio de Educación de la Nación abrió este espacio también a los
más chicos.
El programa se llama El ECuNHi hace Escuela y desde su creación, un
año atrás, ha involucrado a más de 9000 chicos y chicas de escuelas
públicas y privadas de la ciudad y la provincia de Buenos Aires, de
todos los niveles educativos, e incorporó también instituciones
terciarias y visitas de magisterios. Arte y memoria son los ejes de
trabajo de esta propuesta, que invita a nenes desde cinco años a visitas
guiadas de la mano de narradores, clowns, profes de teatro, de letras,
de música, de artes plásticas. Y en las que todos participan de más de
una manera.
Lo que ocurre en estas visitas es algo único y poderoso, diferente
cada vez. Aquí vuelve a aparecer la palabra transformación, explicitada
en los relatos de los maestros y padres que acompañan y de los mismos
profes, implícita en las reacciones de los chicos, en el trabajo que
continúan luego en el aula. Y si los últimos meses han sido los tiempos
más difíciles para este espacio cultural, que corrió peligro de cerrar,
los hombres y mujeres que lo sostienen apuestan a una continuidad,
también, transformadora.
La recorrida de un grupo de estudiantes por la galería de los Rostros Revolucionarios.
¿Cuál es tu nombre?
Esta mañana, por ejemplo, han llegado hasta aquí unos cien chicos de
sala de cinco del Jardín Nº 924 María Elisa Figueroa, de Ciudad Evita.
La directora y la vicedirectora del jardín, y también las señoritas que
acompañan a los nenes, cuentan lo que ya se sabe a golpe de vista, por
eso de que la pobreza es algo que queda inscripto en los cuerpos. Que el
suyo es un jardín de una zona muy carenciada. Que estos nenes viven en
asentamientos –barrios, corrigen ellas, porque son barrios, finalmente,
donde organiza sus vidas la gente– del corazón más pobre de La Matanza:
22 de Enero, 17 de Marzo, Gauchito Gil, barrio Villegas. Que muchos de
ellos transitan toda la primaria y la secundaria, si tienen suerte, sin
saber lo que es el teatro o el cine. Que viven lejos de casi todo, que
tampoco es fácil conseguir colectivos como los que provee ahora el
ministerio para hacer estas visitas. Que la escuela, entonces, es un
lugar formador en más de un sentido. Y que en eso están.
Los nenes miran y tocan y se ríen con el payaso Cacatúa, que hace
sonar un charango, y con la payasa Aneta, que tiene anteojos grandes,
broches en la cabeza y una manguera de micrófono. El narrador Claudio
Ferraro comienza un cuento que logra el milagro del silencio: “Había una
vez un país muy alegre y entretenido. Cada uno podía tener ideas
diferentes, a veces hasta discutían y peleaban. Daba la impresión de un
gran desbarajuste. Quizá fue por eso que apareció el Tirano. Se puso a
dar órdenes y a mandar a todo el mundo. Sólo porque era el más fuerte.
¡Ideas diferentes! ¿Dónde se ha visto? Es una pérdida de tiempo... Y ahí
vino la orden: ¡A partir de hoy, sólo pueden tener las mismas ideas que
yo!”.
Es “Había una vez un tirano”, de la brasileña Ana María Machado, uno
de los cuentos prohibidos por la última dictadura militar. Lo que
cuenta el cuento es que se pudo vencer al tirano con una lluvia de
estrellas, un arco iris en el bolsillo y una canción en el cuerpo.
Cuando termina hay música y canciones, y después los grupos se dividen
para los diferentes talleres. Sala Lila, a narración. Sala Naranja, al
taller de percusión, y así van pasando los colores y las artes. Y así es
posible saber que Enzo baila murga en su barrio; que Mili, la más
chiquita, toca despacito pero lleva gran ritmo en el tambor; que aquel
otro con pinta de terremoto, marcado de cerca por las maestras, es capaz
de la máxima concentración cuando algo lo atrapa desde un escenario.
“Desde el año pasado estamos trabajando el tema del derecho a la
identidad, con conceptos básicos pero fundamentales: que los nenes sepan
cuál es su nombre y su apellido, los nombres de quienes integran sus
familias, que valoren lo importante que es tener un documento de
identidad que diga quiénes son, que sepan que eso les da derechos y que
puedan expresar libremente todo eso a través de todos los lenguajes.
Cuando nos enteramos de que existía este programa nos pareció que ésta
era una hermosa manera de completar el trabajo”, cuenta Susana Macaya,
la directora del jardín. “Claro que tuvimos nuestras dudas y debates en
un principio”, advierte Silvia Aberbach, la vicedirectora. Las dudas
eran las de muchos: ¿Cómo sería el lugar? ¿Habría un museo? ¿Sería
apropiado para chicos tan chiquitos? ¿Los pondría incómodos a los
grandes? “Estaban las Madres y el Ministerio de por medio, así que
sabíamos que iba a ser algo serio y acorde a la edad”, concluyeron las
docentes. Y ahora que están por subir al micro de regreso, dicen que
ojalá que pudieran volver pronto.
Llegadas
La pedagoga Verónica Parodi es la coordinadora de este programa,
encargada de articular las visitas que son diferentes de acuerdo con las
edades, y de asegurar un sostén didáctico, con materiales para
completar el recorrido en el aula. Los cuentos y los talleres varían,
también el acercamiento a las obras plásticas que se exponen en el
ECuNHi. También varían los recorridos: los más chiquitos, por ejemplo,
no se detienen en la Galería de los Rostros Revolucionarios, allí donde
las Madres quisieron que sus hijos dejasen de ser una mera fotografía
para siempre estática, para siempre en blanco y negro, para pasar a
brillar a la luz del sol, bañados por el extraño halo que provee este
lugar, con esta luz.
El de “llegar”, dice Parodi, es el mayor logro que se computa el
equipo en este año de trabajo: “Sentimos que realmente llegamos a todos,
de diferentes maneras, desde los más chiquitos hasta los más grandes o
los futuros maestros. Que todos los que vinieron se animaron a
transformarse y a transformar este espacio cultural junto con nosotros,
porque eso es finalmente lo que buscamos”. Más que a lo que dan, el
relato de Parodi apunta a lo que reciben de las escuelas: lo que hay en
sus palabras es agradecimiento. “Es maravilloso el acercamiento que nos
permiten en sólo dos horas, desde lo artístico y también desde lo humano
–dice entusiasmada–. Cada día, cada visita, es diferente. Es un
desafío, un aprendizaje, una transformación. No nos repetimos y no somos
los mismos nunca. Cada escuela trae su aporte, sus ganas, su
compromiso, su manera de relacionarse, de mucho respeto y mucho silencio
algunas, las más tímidas, otras con chicos con más ganas de hablar,
preguntar, saber. Pero todos se van revolucionados, emocionados, y sobre
todo queriendo volver. Ese es el premio.”
El proyecto sigue adelante con un equipo de quince profesores,
artistas y talleristas. Junto a Parodi trabajan Iván Bortolin, Fernanda
Fraile y Martín Glatsman, el narrador Claudio Ferraro, las profesoras de
letras Cecilia Fanti y Clara Mari, los profes de percusión Diego Cueto y
Leo Borrelli, las de teatro Lorena Pángaro, Marianela Iglesia y
Carolina Díaz, los de plástica Karina Granieri e Ignacio Amespil, los
clowns Armando Díaz (“Cacatúa”) y Mariana Hinterwimmer (“Aneta”). Si los
últimos han sido tiempos más que difíciles para las Madres de Plaza de
Mayo y para todos los que defienden su bandera, lo han sido también,
desde luego, para este espacio cultural y para los que aquí trabajan.
Que han seguido, contra todo y a pesar de todo, invitando a esta
construcción colectiva. No son tiempos fáciles, y sin embargo el relato
no se detiene en las dificultades. Más bien se expande en lo por venir, y
en ese porvenir está, por ejemplo, el regalo de la cantidad de colegios
que piden sumarse al programa a medida que van enterándose de su
existencia, también de otros puntos del país. “Hoy no damos abasto con
la cantidad de pedidos de visitas, y eso es maravilloso. Hay escuelas
que piden volver y tenemos que decirles que no, para darles prioridad a
las que ya están anotadas. Para el año que viene estamos pensando en
ampliar la estructura”, sonríe Parodi.
Cuando termina la visita, los chicos se juntan en el salón principal
del ECuNHi, donde alguna vez funcionó un astillero de la Escuela de
Mecánica de la Armada, y donde todavía se ven los ganchos gigantescos
colgando del techo. Ponen en común lo que aprendieron en los talleres,
se sientan en ronda y comparten una vianda, se siguen riendo. Al final,
se sacan todos una foto con los profes, en el mural de El Eternauta que
pintaron en las escaleras los “Abuelos muralistas”, adultos mayores que
asistieron a los talleres de arte de verano. Los talleristas abrazan a
los chicos y a las maestras, se entregan mutuos regalos, se cargan,
vuelven a reírse, parecen todos conocerse desde hace mucho. Verónica
Parodi da un paso al frente y dice en voz alta, con voz de seño:
“Gracias. Nos regalaron una hermosa mañana”